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Brote de indignación en San Marcos

Publicado: 2011-09-29

Por César R. Nureña

El pasado lunes 26 de setiembre, un grupo de estudiantes de ciencias sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos empapeló varias paredes de su Facultad con letreros que mostraban mensajes en contra de la “mediocridad”, la “corrupción” y el “autoritarismo”.

Siendo que yo mismo egresé de ciencias sociales el año pasado, conocía personalmente a algunos de los protagonistas de esta “intervención”. Por esto mismo, me había llegado días atrás vía facebook la convocatoria, que decía “!Desahuévate!” e “Indígnate y actúa!”

Este llamado a la “indignación” difícilmente podría dejar de llamar la atención de cualquiera que esté más o menos enterado de las olas de protestas protagonizadas por jóvenes alrededor del mundo en los últimos meses. En el 2010, el escritor francés Stéphane Hessel, de 93 años, publicó un pequeño manifiesto titulado ¡Indignez-vouz! (¡Indignaos!), en el que hacía un llamado a los jóvenes: “Mirad alrededor de vosotros, encontraréis temas que justifiquen su indignación”, refiriéndose a diversos tópicos económicos y políticos contemporáneos.

Poco después, en mayo del 2011, los medios españoles informaban sobre movilizaciones pacíficas de jóvenes “indignados” que acampaban en plazas publicas de diferentes ciudades españolas, protestando por la situación política y económica en su país. Desde entonces, diversos medios y analistas han hablado de la emergencia de jóvenes indignados en muchos otros países, entre ellos: Israel, Grecia, varios países arábigos y del norte de África, destacando en América Latina el caso de los estudiantes chilenos.

Hace poco andaba pensando sobre este caso en particular, el de Chile, donde las movilizaciones multitudinarias de jóvenes, principalmente universitarios, han terminado poniendo contra la pared al Gobierno, levantando las banderas de la “educación gratuita y de calidad”, lo cual ha generado enormes muestras de solidaridad dentro y fuera del país. Si echamos una mirada al Perú veremos que, aún cuando la educación pública está organizada bajo un esquema de gratuidad, su situación y resultados son lamentables –en todos sus niveles- en términos de gestión, financiamiento, eficiencia y calidad, entre otros aspectos. Entonces, si la calidad de la educación pública en el Perú deja tanto que desear, ¿porqué ésta no parece ser una preocupación de los jóvenes estudiantes peruanos?

Podemos ensayar diversas respuestas a esta pregunta (yo mismo manejo algunas hipótesis que pienso desarrollar en otro momento). Pero antes de las especulaciones académicas, quiero detenerme a analizar la protesta sanmarquina que mencioné al inicio. Me interesan en especial cuatro puntos: las formas adoptadas por la manifestación, las consignas levantadas, los “indignados” protagonistas, y las similitudes y diferencias que puede tener esta intervención en particular con otras protestas sanmarquinas y/o de estudiantes de otras universidades.

Un primer punto a considerar es que esta intervención pacífica fue convocada con pocos días de anticipación, por internet vía facebook, por un pequeño grupo de estudiantes de antropología. Es decir, se trató de un flashmob (a propósito de los flashmobs y la política, véase p. ej. el artículo de León y Golte). Participaron algo más de una veintena de personas de distintas escuelas profesionales, quienes elaboraron allí mismo los carteles con los que empapelaron el frontis de la Facultad de Ciencias Sociales. Luego de atraer el interés de estudiantes y docentes, al final del día –después de asistir a clases- los estudiantes retiraron los carteles, que fueron colocados nuevamente al siguiente día. Hasta aquí vemos ya una diferencia clara con las clásicas “tomas” de locales, “movilizaciones”, y “pintas” en las paredes, usuales en San Marcos y, en general, en las universidades públicas durante décadas (véase por ejemplo "San Marcos en los Ochentas").

Por otro lado, la indignación de estos estudiantes se tradujo en mensajes muy variados, que en buena medida fueron surgiendo de manera espontánea, durante la actividad misma. Algunos eran bastante típicos –promovidos principalmente por los representantes estudiantiles que se sumaron a la protesta-, y denunciaban presuntas situaciones de “corrupción” y malos manejos en la Facultad, “autoritarismo” y vulneración de “derechos estudiantiles” (e.g. co-gobierno).

Otras consignas, en cambio, me parecieron novedosas. En algunos carteles y letreros se exigía acabar con la “mediocridad” en la enseñanza, promover la “investigación” y la “proyección social”, mejores condiciones de estudio (biblioteca, docentes), disconformidad con los “operadores políticos” en la universidad, y se mencionaba también la pobre “calidad” de la educación impartida en San Marcos. Estas ideas eran lanzadas sobre todo por quienes habían convocado a la protesta, que no estaban organizados políticamente bajo alguna instancia gremial.

Me parece importante resaltar esto porque estas consignas más “espontáneas” se dirigían básicamente a aquello para lo que se supone que la universidad debería servir. Existe en el medio académico algún consenso acerca de las funciones principales de la universidad, que son precisamente la investigación, la formación profesional y la proyección social. En ese sentido, esta manifestación sanmarquina en particular contrasta con varias otras protestas estudiantiles ocurridas por las mismas fechas y en semanas previas en Ica (San Luis Gonzaga), Arequipa (UNSA), Cajamarca (UNC), Chosica (Cantuta) y Trujillo (UNT), Lambayeque (Pedro Ruiz Gallo) y seguramente en otros lugares, donde las “marchas”, “tomas” de locales y carreteras, y enfrentamientos violentos respondían a asuntos más bien distintos: “corrupción”, “autoritarismo”, disputas políticas internas, “medio pasaje” y similares. Fuera de la marcha convocada hace poco por estudiantes de la Universidad Agraria, quienes pedían “calidad” y freno a la corrupción, en ninguna otra universidad encontramos exigencias de calidad educativa, aún cuando la enseñanza y la investigación en las universidades públicas andan por los suelos en el país.

Bajo este panorama, las reivindicaciones estudiantiles de este grupo sanmarquino de ciencias sociales parecen estar algo “fuera de libreto”.

Pienso que, aún cuando las agendas estudiantiles “clásicas” (e.g. corrupción, autoritarismo, autonomía, derechos) son totalmente legítimas, éstas tienen que ver sobre todo con el abandono del Estado, que –consistente con una lógica ultra liberal- parece esperar que las universidades se “auto-regulen” ellas mismas. Algo más del esfuerzo desplegado por los estudiantes tendría que ser dirigido a exigir que el Estado intervenga y asuma su rol, impulsando por ejemplo auditorías y una reforma universitaria enfocada en nuevos esquemas de organización basados en la meritocracia, la excelencia académica y la realidad nacional.

Mientras esto no suceda, el campo político al interior de las universidades públicas seguirá siendo monopolizado por grupos que continuarán reproduciendo los métodos, las consignas y los errores de antaño, y que en buena medida han contribuido a que universidades como San Marcos estén como están hoy en día, en una situación calamitosa, con una gran mayoría de “dirigentes estudiantiles” que no ven más allá de la defensa del “medio pasaje”, el “comedor” y la “vivienda universitaria”, y que jamás han “tomado” las bibliotecas o los departamentos académicos exigiendo libros, laboratorios, mejoras en la enseñanza, fondos de investigación, o cualquier otra cosa vinculada a la calidad educativa. Surgen por ahí algunas voces nuevas entre los estudiantes y sus representantes, aunque no me parece que haya cuajado aún un nuevo Proyecto de Universidad.

Por eso merece ser destacado esto que he llamado un “brote de indignación” en San Marcos. ¿Será flor de un día? No lo sabemos. Esperemos que no.

(Fotografías tomadas de la página de facebook de Keyla Barrero).


Escrito por

César R. Nureña

Un sujeto cualquiera. Antropólogo de la U. San Marcos.


Publicado en

Nada me basta

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