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San Marcos y la cultura política del gamonal universitario

Publicado: 2012-01-11

Ciencias sociales entre rejas, literalmente

Por César R. Nureña

De entre los muchos problemas y dilemas que afronta la universidad pública en el Perú, el abandono por parte del Estado es quizás uno de los más apremiantes. Y no deja de ser sorprendente que, en un país en el que se valora tanto a la educación superior y a la imagen del “profesional” como paradigmas de “superación” y movilidad social, la educación pública universitaria peruana se encuentre tan por los suelos.

Mientras que, en los tiempos que corren, en muchos otros países ya no es posible concebir una sociedad exitosa y próspera sin fortalecer primero las capacidades de las personas e instituciones dedicadas a la transmisión y la producción de nuevos conocimientos y tecnologías, otorgando un rol central a las universidades públicas, en el Perú, en cambio, la educación superior pública continúa postrada, postergada y abandonada a su suerte a pesar los muchos discursos politicos y técnicos que, en la práctica, no van más allá de prometer más dinero, más calidad, o incluso revoluciones educativas, sin que se perciba hasta ahora una mejora significativa en este terreno.

Si bien la situación actual de la universidad peruana es también el resultado de un proceso de decadencia y ninguneo que viene ocurriendo desde hace ya más de medio siglo, poco se ha hecho aún por intentar entender las implicancias de este proceso en las dinámicas sociales, académicas y políticas que se dan al interior de las universidades públicas. En otro momento me he referido a cómo, en esa situación de abandono, la masificación de la enseñanza ha repercutido de manera nefasta en el desempeño académico, pero también político, de diversos actores participantes en la escena universitaria actual, citando para tal efecto el caso de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En este pequeño artículo voy a ensayar una nueva mirada sobre este mismo entorno para discutir, a partir del análisis de un suceso reciente ocurrido en esa Facultad, la forma en que una suerte de gamonalismo universitario ha terminado enseñoreándose y ocupando el lugar político que dejó vacío el Estado a lo largo de las últimas décadas.

A inicios de enero del 2012, al volver a la Universidad luego de las fiestas de fin de año, los estudiantes y profesores de Ciencias Sociales se dieron con la sorpresa de que el edificio de su Facultad había sido enrejado en todas sus zonas de ingreso, y que varias de las bancas que eran usadas por estudiantes y profesores habían sido retiradas de donde estaban. Esta medida había sido dispuesta por las actuales autoridades, por supuestos motivos de “seguridad” y –según afirman– “a pedido de los trabajadores” de la Facultad.

Este enrejado del edificio generó una reacción inmediata de rechazo por parte de cientos de estudiantes y algunos profesores, quienes en reuniones y a través del Facebook se opusieron a tal medida esgrimiendo argumentos que iban desde las limitaciones a los derechos estudiantiles y la libertad de tránsito, hasta la cuestión estética, pasando por la amenaza que significan las rejas para la seguridad ante sismos, y agregando argumentos más sofisticados que remitían al carácter simbólico y carcelario de estas rejas. Algunos estudiantes mencionaron, además, que la autoridades habían procedido sin hacer consulta alguna a los representantes docentes o estudiantiles.

Este enrejado, que desde una mirada externa a la Universidad podría no merecer mayor atención, encierra en realidad una serie de significados que, puestos en el contexto de la historia y de la cultura política universitaria sanmarquina, nos pueden ayudar a comprender algunos aspectos del pensamiento que orienta la actitud de las autoridades involucradas en esta disputa.

Analicemos, en primer lugar, el suceso mismo y algunos de sus antecedentes. Independientemente de si detrás del enrejado había una preocupación sincera de las autoridades de Ciencias Sociales por la seguridad del patrimonio de la Facultad, o de si esta medida refleja otras motivaciones, el caso es que no era la única medida posible, más aún en un edificio que no tiene gran cosa que proteger, más allá de algunos equipos arcaicos o inservibles. De hecho, muchos de estos equipos y otros bienes de la Facultad estaban ya en ambientes cuyas puertas fueron también enrejadas poco tiempo atrás.

Mientras que en muchos otros edificios universitarios de San Marcos o del país los problemas de seguridad suelen ser abordados recurriendo a servicios de vigilancia, o al empleo de cámaras disuasivas, en Ciencias Sociales se optó por enrejar todos los ingresos posibles, y por el retiro de algunas de las pocas bancas que estudiantes y profesores tenían disponibles para reunirse, conversar, leer, o simplemente descansar, ya que ni los salones ni sus carpetas pueden ser empleados a menos que se trate de clases, o de eventos autorizados por la Administración de la Facultad, siendo estas restricciones en el acceso a las aulas también una innovación de los últimos años.

Ahora bien, para interpretar estos hechos, propongo pensar en las medidas adoptadas por estas autoridades como elementos de los que podemos inferir una forma particular de percepción, pensamiento y acción, la cual estaría constituyendo una estructura que no es solo un esquema ideológico, sino que literalmente toma cuerpo y se objetiviza en disposiciones para la práctica, comportamientos observables, y formas de organizar los espacios y las cosas.

Con el objetivo de sostener mi argumento, quiero empezar delineando algunos aspectos básicos del modelo histórico peruano denominado gamonalismo. Desde fines del Siglo XIX, y hasta los años 60 del siglo pasado, cobró notoriedad en muchas zonas del Perú rural andino una estructura de dominación y poder local cuya figura central era el denominado gamonal. Por lo general, este término era empleado para designar a aquel personaje que, sin tener mayores antecedentes señoriales, solía construir su poder apropiándose de tierras ajenas (generalmente de comuneros indígenas), valiendose para ello de argucias legales, o de la violencia abierta. Pero el soporte del poder gamonal estaba no solo en el control de recursos y tierras propias o ajenas, sino principalmente en las redes clientelares que iba formando a su alrededor con sus allegados y subordinados. Este sistema de poder se caracterizaba, además, por la privatización y el monopolio de la política en aquellos espacios locales controlados por los gamonales, espacios en los que la estructura de dominación se traducía a su vez en un pensamiento jerárquico y una lógica patrimonial. Así, en su área de influencia, y con el respaldo de las redes clientelares en que redistribuía los beneficios y excedentes de su aparato productivo, el gamonal típico podía disponer de las personas y las cosas a su antojo, literalmente “como en su chacra”.

Para entender las condiciones del surgimiento y la reproducción de este esquema de poder, es importante mencionar que el gamonalismo clásico proliferó en aquellos espacios del país en los que aún no lograba imponerse el inicipiente Estado Republicano de aquella época. Es decir, en ausencia del Estado, el gamonalismo se erigía no solo como una forma de poder local, sino también como el sistema político que organizaba en la práctica la vida social, económica y política en el área dominada por el gamonal.

Ahora bien, quienes conozcan de cerca o desde adentro la manera en que están organizadas las relaciones políticas y los esquemas administrativos al interior de San Marcos, podrán fácilmente trazar múltiples paralelos entre el modelo gamonal y el sistema de poder que impera hoy en ésta y posiblemente en muchas otras universidades públicas peruanas. Independientemente de la forma que adoptan las luchas ideológicas y las pugnas políticas protagonizadas por grupos docentes y organizaciones estudiantiles, es fácil apreciar que la privatización de la política a nivel local, la apropiación legal o ilegal de recursos y estructuras administrativas, el poder basado en redes clientelares, y las lógicas jerárquicas y patrimoniales de pensamiento y acción vienen caracterizando a la vida institucional y política de San Marcos desde hace varias décadas, haciendo de esto que he llamado gamonalismo universitario la forma predominante de organización en esta Universidad.

Entonces, volviendo al asunto del recién estrenado ambiente carcelario en la Facultad de Ciencias Sociales, encontramos que no es difícil observar también aquí los mismos rasgos del modelo gamonal clásico. Empecemos por el hecho de que las autoridades de esta Facultad no fueron elegidas por la comunidad académica, sino que su apropiación del poder local se originó en argucias legales (como la figura de la “encargatura”), favores políticos y reciprocidades que unen al gamonal de la Facultad con uno mayor en el rectorado. Como el poder local en Sociales se sostiene en redes clientelares (compuestas por ciertos docentes, trabajadores y operadores políticos estudiantiles), y no precisamente en la estructura legal vigente, el gamonal universitario no necesita tomar en cuenta ni la opinión ni las necesidades de la comunidad universitaria. Si este personaje se conduce guiado por la idea de privatizar y monopolizar la política local en el espacio que junto a sus clientes controla bajo una lógica patrimonial, entonces no sorprende que su voluntad se traduzca en acciones reales y simbólicas. En este caso, tal esquema de pensamiento termina siendo objetivado en formas de control y administración del espacio físico tendientes a limitar las posibilidades de interacción, discusión y organización política que no discurran por las redes clientelares (enrejado general, control de tránsitos y horarios, retiro de bancas, colocación de candados en los locales estudiantiles, etc.)

Según estos criterios, el enrejado de la Facultad de Ciencias Sociales de San Marcos no sería el acto aislado de un pobre y triste sujeto autoritario. En realidad, su conducta estaría inscrita en un esquema mayor que funciona siguiendo una lógica muy particular. Y esta lógica, a su vez, se vincula de varias maneras con una cultura política universitaria que encuentra sus condiciones de reproducción, entre otras cosas, en el abandono en que el Estado mantiene a la universidad pública peruana.

Pero es preciso señalar un paralelo adicional entre el modelo clásico del gamonalismo y la cultura política que prevalece hoy en universidades como San Marcos. Y es que, a fin de cuentas, bajo este esquema, los objetivos de la organización administrativa y política no van nunca más allá del control de recursos y su redistribución orientada a la reproducción y consolidación de redes clientelares de poder local. Así, la formación profesional de calidad, la investigación, y la proyección social, que se supone debieran ser las funciones de la Universidad, aparecen como objetivos bastante alejados de la lógica del gamonal universitario. Sus prioridades son otras. Prueba palpable de ello es que en Ciencias Sociales el enrejado general, el retiro de bancas, y el control de las personas y sus movimientos son para las autoridades objetivos muchísimo más relevantes que dotar a docentes y estudiantes de espacios amigables para el estudio y la discusión académica, fondos de investigación, o una biblioteca que no dé tanta pena.

Diversos rasgos del modelo organizativo sanmarquino dejan notar claramente que estudiantes y profesores son vistos como personas al servicio del esquema administrativo, y no al revés, como sería lo lógico en alguna otra institución que sí estuviera interesada principalmente en la enseñanza y la investigación. Fijémonos, por ejemplo, en algunas figuras comunes en Sociales. Una de ellas es la imagen cotidiana y recurrente de docentes y estudiantes que, una vez reunidos para iniciar alguna clase, deben primero buscar durante quince, veinte o hasta treinta minutos a los empleados de limpieza para –si los encuentran– pedirles por favor que abran las puertas o rejas de algún salón. Como los salones pueden ser empleados únicamente para las clases, o para eventos autorizados por la Facultad, también es común ver a los estudiantes literalmente por los suelos realizando allí en el piso o en las escaleras sus trabajos u otras actividades académicas. Además, si alguien desea o necesita realizar algún trámite en la Facultad (desde solicitar un proyector hasta gestionar títulos, pasando por certificados y "constancias" de absolutamente todo), deberá iniciar una ruta kafkiana de procedimientos administrativos injustificadamente costosos en tiempo, dinero, papel y estrés, ante trabajadores administrativos que actúan siempre como si le estuvieran haciendo un favor a los solicitantes.

Si los estudiantes y sus profesores deben suspender las clases, abandonar los salones y salir de la Universidad cada vez que las autoridades alquilan el estadio para grandes conciertos, no quedan dudas entonces de qué es más importante para el gamonal universitario sanmarquino.

Por estos y muchos otros motivos, difícilmente puede uno creer que las autoridades universitarias tengan allí algún interés por la calidad de la enseñanza, la promoción de la investigación o la “excelencia académica”. Pero sí es muy fácil advertir que la forma adoptada por la organización universitaria está bastante bien orientada al control del aparato administrativo y de los recursos de la Universidad con miras a lograr beneficios, obtener dinero de los estudiantes, y reproducir el poder y las redes de clientelaje que sostienen el modelo.

Resulta entonces que el enrejado general en Ciencias Sociales, junto a las varias otras acciones administrativas y políticas que le sirven de antecedentes y contexto, lejos de ser medidas adoptadas por “seguridad”, nos ofrecen en realidad una muestra palpable del tipo de cosas que realmente le preocupan al gamonal universitario.


Escrito por

César R. Nureña

Un sujeto cualquiera. Antropólogo de la U. San Marcos.


Publicado en

Nada me basta

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